martes, 22 de noviembre de 2011

El lechón instructor


Ayer tuve el privilegio de poder dar mi primera clase de Karate Do a los infantiles del Dojo. El motivo no importa, solo agradecer la oportunidad de desbravarme con los canijos y salir, al menos eso parece, airoso del asunto, sin más lesiones internas que un ligero zumbido en mis delicadas y lechoniles orejas producido por el griterío que montan. Ríete tu de nuestros “kiais” en Ken-Do maestro Kendopitecus.

La entrada...toda una fila de caras mirándome con curiosidad (no sé si con curiosidad comestible o de que tipo). Después de los saludos de rigor comienzo la clase que tenía pensada y ¡JA! se produce el primer intento de pasar de ella.
-Profeeeee. ¿Hoy jugamos?, ¿verdad que ahora jugaremos? Proofe, profeeee.

Paro todos los intentos de golpe de estado (como un Julio Cesar moderno), aunque al final ante la insistencia del respetable (que dicen en los toros) y como habían estado trabajando bien, hemos acabado la clase jugando a parar y matar, “chepas” en mis tiempos mozos.

Solo añadir que me lo pasé muy bien a pesar del miedo escénico del principio y que con ganas de repetir la experiencia.

El próximo lunes un poco más de lo mismo pero antes de entrar me pondré unas ramitas de perejil para atenuar el ruido, vamos como lo que hacen los galos cada vez que el bardo Asuracenturix se pone a cantar.

Un abrazo a todas/os y hasta el próximo artículo en este u otro blog.